3.3 LA TRANSICIÓN POLÍTICA Y SOCIAL

TRANSICIÓN POLÍTICA


El concepto de transición política remite a un proceso de radical transformación de las reglas y de los mecanismos de la participación y de la competencia política, ya sea desde un régimen democrático hacia el autoritarismo, o desde éste hacia la democracia. En sentido estricto el concepto se aplica en torno al análisis del paso desde un régimen autoritario hacia uno poliárquico (Dahl: 1961). Desde una perspectiva general, el término de transición hace referencia a un proceso de cambio mediante el cual un régimen preexistente, político y/o económico, es reemplazado por otro, lo que conlleva la sustitución de los valores, normas, reglas de juego e instituciones asociadas a éste por otros(as) diferentes (Santamaría:1982). Ello implica que las transiciones no siempre se circunscriben a transformaciones políticas, sino que también puedan afectar otros ámbitos. Así, y además de la esfera política, habría que referirse a la económica, institucional o a aquélla otra que afecta a la organización del Estado, y cuya conjunción en algunos ámbitos espaciales ha sido caracterizada como de una revolución sin precedentes históricos (Offe: 1992).

La transición que llevó México fue de tipo conflictivo, aunque influyen también factores de tipo consensual pero de manera muy esporádica. Comenzando con la naturaleza de los pactos políticos; en el poder había una gran ausencia de estos, puesto que se cerraban siempre a la negociación, ya que era una dictadura lo que se vivía con el régimen autoritario marcado por el PRI. Posteriormente se comenzó a dar la extensión de dichos pactos y a abrir las negociaciones y los diálogos dentro de los conflictos políticos que entorpecen la continuidad del régimen en el poder, ya apoyaban la transición.



"La llegada de los tecnócratas"

Alrededor de 1982, se dio una transformación en la élite política mexicana; los políticos tradicionales habían formado la estructura partidaria y habían tenido puestos de elección y cargos partidarios, fueron sustituidos por los llamados tecnócratas.

Justamente como su nombre lo indica, se trata de técnicos formados para ocupar puestos gubernamentales, no por la experiencia sino por los conocimientos teóricos, particularmente en economía y finanzas.

De este modo este grupo fue desplazando a los políticos tradicionales.





En este proceso de transición a la democracia los otros partidos políticos se convirtieron paulatinamente en fuerzas y opciones de poder; incluso hizo que aumentara para el gobierno la necesidad de recurrir a fraude electoral, para asegurar el triunfo a un partido dominante.

Poco a poco los partidos de oposición ganaron elecciones; luchaban por obtener una reforma electoral justa y transparente.

Esto convertía a los partidos en la única opción de cambio, de lograr las transformaciones sociales a las que muchos aspiraban. La sociedad civil desempeño función, al presionar al régimen para obtener las reformas necesarias. Por muchos años, la oposición fue ejercida por el PAN. Desde mediados de los ochenta logró ir ganando presidencias municipales, y finalmente en 1989, se reconoció una gubernatura en Baja California.


Y sucedió lo que tenía que suceder: el fin del unipartidismo

Este sistema ya venía resquebrajándose con las formas electorales y con el triunfo de partidos de oposición en diversas elecciones, pero en un régimen presidencialista como el nuestro restaba llegar al cargo al más importante: el presidente.
A partir del Frente Democrático nació un nuevo partido de oposición, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que en 1977 obtuvo por medio de elección la jefatura de gobierno de la capital mexicana.
Fue necesario que pasaran doce años, durante los cuales lo saciedad civil y los partidos políticos presionaron al gobierno, para que, en las elecciones presidenciales del año 2000, resultaron ganador un candidato de la oposición: Vicente Quesada, del PAN.
Esta fecha marcó el fin de 71 años de PRI en el poder y el surgimiento de un nuevo sistema pluripartidista. La democracia se encontraba más cercana.


Desde los años setenta se hizo evidente que el estado mexicano, aun con el indigenismo que pregonaba, estaba lejos de llegar a solucionar la situación de marginalidad de la población indígena de nuestro país.
El neoliberalismo llegó a agravar la situación de los indígenas pues disminuyó el gasto social, eliminó subsidios a productos agrícolas que producían y deformo el artículo 27 constitucional. En Chiapas la situación generó una rebelión: la rebelión zapatista que estalló el primero de enero de 1994.
A fines de 1995 e inicios de 1996, ya durante la presidencia de Ernesto Zedillo, se daría otro periodo de negociación del cual saldrían los acuerdos de San Andrés Larráinzar que apuntaban a la conformación de una nación pluriétnica. Sin embargo, nunca se llegaron a poner en práctica y, años después, la situación se encontraba detenida y el conflicto latente y sin resolver, como lo demostró lo matanza de Acteal en 1997 y la larga marcha zapatista a la ciudad de México en 2001.

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